Los sabores en los altares del Día de Muertos representan una oportunidad
para convivir otra vez con nuestros difuntos y según lo que se cree y se
dice, en esta fecha, los difuntos regresan para comer y estar con sus
seres queridos.
De ahí la importancia de colocan en el altar los
platillos que le gustaban en vida a los difuntos, desde cacahuates o queso,
hasta cosas más complejas.
El mole con pollo o guajolote, sin duda es el platillo
favorito que se pone en el altar de los pueblos originarios y en general del
país, aunque también hay quien agrega barbacoa y consomé.
Además, históricamente se han encontrado ofrendas con
tamales desde la época prehispánica hasta la época colonial y en nuestros días.
Estos platillos y su estela de aromas, tienen por objeto
deleitar al ánima que nos visita.
El chocolate de agua es una tradición prehispánica, se dice
que los invitados tomaban chocolate preparado con el agua que usaba el difunto
para bañarse, de manera que los visitantes se impregnaban de la esencia del
difunto.
A su vez, se puede colocar bebidas como tequila,
mezcal, pulque o lo que se acostumbraba a tomar en vida, o simplemente
agua, ya que se dice que su viaje es largo y eso los refresca.
El licor es para que recuerde los grandes
acontecimientos agradables durante su vida y se decidan a visitarnos.
En las ofrendas mexicanas hay varios aspectos,
como la cantidad, la cual, es un objeto diferenciador que no necesariamente
representa la situación económica de los dolientes.
Y en general, no existe guía que concentre toda la diversidad cultural
que existe en México para celebrar el de Día de Muertos.
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